Yo vivo cerca del “Estadio Mário Filho” más conocido como “Maracanã”. Mientras la gente necesita tomar bus y tren para asistir a un partido, yo puedo llegar allá en una corta caminata. Mas la pereza solía vencer a mi pasión por el fútbol y yo me quedaba en casa, viendo los juegos confortablemente en mi casa.
Hacia mucho tiempo que no veía a mi hermano, entonces decidi invitarlo a ir al Maracanã para presenciar el primer partido de las finales del Campeonato Estadual de Rio de Janeiro, que seria entre Flamengo y Botafogo. Para escapar de la multitud y garantizar un buen lugar, llegamos con dos horas de anticipación. Era un típico día de verano en medio del otoño carioca. Sol, calor, turistas y famílias rompian con la idea de que asistir a un partido de fútbol es una actividad de riesgo. El ambiente era de paz y deseo de celebrar una linda victoria de nuestro equipo preferido: Flamengo!
Nadie va al estadio para ver a su equipo perder, mas el deporte tiene sus sorpresas, por eso es necesario preparar el corazón. Los hinchas de Flamengo eran en mayor número. Los colores rojo y negro ocupaban todo el espacio de las gradas destinado a ellos. En el lado de Botafogo, casi no se veía el blanco y negro. El juego estaba difícil. Flamengo iba más al ataque pero el gol no salia. La victoria seria importante porque daria la ventaja en el proximo partido, mas el primer tiempo terminó empatado en 0 x 0.
El segundo tiempo siguió con la misma dificultad, a los 28 minutos Botafogo casi hizo un gol. Me quedé preocupado, a los 34 minutos Obina recibió un lanzamiento de Diego Tardelli y marcó el gol que garantizó la victoria de Flamengo por 1 x 0.
El juego llega al fin, la salida es animada, todos cantan felices sintiendo estar más cerca el triunfo. Todavia faltan noventa minutos, para la completa alegría o el desencanto. Pero en el próximo domingo yo estaré allá de nuevo listo para gritar: "Vamos Flamengo! Vamos a ser campeones! Vamos Flamengo!"
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